miércoles, 27 de noviembre de 2019

Oscuridad

Lo echo de menos todo, pero no a ti.
Echo de menos esos ojos que miran directamente al alma, que ven todo lo que tengo por sacar, por contar, por llorar, por reír, por sentir. Esos ojos introspectivos que no tienen miedo a expresar, que tienen brillo suficiente como para iluminar toda la oscuridad y que me defienden de mis miedos, retándome a superarlos. Esos ojos... Y qué daría yo por ver esos ojos mirándome, como nadie me ha mirado; desnudándome, sin necesitar de perder ropa alguna; haciéndome temblar de tanta energía que transmiten.
Echo de menos respirar consciente de que lo hago. Cerrar los ojos y sentir tranquilidad. Que no me falte nada y vuelva la seguridad. 
Echo de menos la mano que me sujeta sin ser consiente de que me mantiene de pie, estable y sólida, aunque un huracán nos arrasara. Ya no es el exterior el que me asusta. Es de mí de quien necesito protección, y no sabes como agradezco ese abrazo que me recuerda que sigo aquí, y que sigo viva.
Y echo de menos sentir, sentir sin miedo a perder y a perderme en el proceso.
Echo de menos querer y ser querida, que no me entiendan pero que quieran hacerlo, que me escuchen hablar de mi verdad, de mi inquietud, de mi pesar. ¿Quién sería la última persona que lo quiso intentar?
Ya no creo en muchas palabras, en muchas acciones, en muchas personas. A mi pesar, hace mucho que no me hacen volar, que no me tientan a saltar, que no sonrío sin pensar.
Echo de menos el calor de quien me abraza y no se va.
Echo de menos sentirte en la oscuridad, en la que vuelvo a temerme a mí misma, y nadie me hace brillar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario