Descubrí hogar en ti. Me descubrí siendo yo, querida, contigo en mí, conmigo.
Descubrí que se podía querer sin estar enamorada,
que podías formar parte de mí por unas horas,
que se hacían minutos a tu lado.
Y dejar de estar en mí al irte. O sólo un poco.
Te quise cuando me abrazabas como cuando algo se va a terminar pronto:
fuerte, intenso, rápido, eterno, sin miedos.
Miedos que no tuve mientras estuviste a mi lado
y tal vez tampoco ahora que sé que no volverás.
Y no lo harás. Y me siento segura por saberlo, pero no bien.
Si te quedaras, todo habría sido distinto.
Mi forma de quererte, de abrazarte, de tenerte en mí.
Te he querido mucho y fugaz;
te he abrazado fuerte y poco;
te he tenido como a nadie en mí.
Te tengo ya en el recuerdo como si aceptara que te has ido,
pero no sé si lo tengo tan claro como mi mente.
No sé si he asimilado todo lo que ha pasado,
tan rápido, tan intenso, tan nuestro y tan fugaz.
No sé si quiero asimilarlo y aceptar que ya no será
y que con nadie será igual.
No te buscaré en nadie,
sé que sólo existes en ti.
No encontraré en nadie ni un átomo de ti,
ni un abrazo, ni un suspiro, ni un susurro:
todo eso te lo guardo a ti
porque nadie me lo hará como tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario