jueves, 14 de abril de 2016

Siendo cobarde todos los días de mi vida.

Siempre me he convencido que no quería amor. Siempre me he convencido que nadie se merecía alguien como yo.
Dicen que cada uno acepta el amor que cree merecer, pero el problema es que siempre he creído que nadie merecía sufrirme a mi. Sufrir conocerme, aguantarme y mis locuras. Sufrir mi inseguridad, mi tontería por no saber amar.
Me cuesta aguantarme a mí y creo que nadie tiene porque hacerlo, que nadie tiene que ayudarme a confiar en la vida, otra vez.
Nada tiene sentido, porque yo sí quiero amar, pero luego cuando lo hago siempre me tiro para atrás. Y no por mí, o eso quiero creer. No pienso que lo haga por ser egoísta, si no por no hacer pasar a nadie por una relación que no merece. Y ¿qué es una relación? No lo sé, y no sé si algún día me daré la oportunidad de conocer esa sensación. De momento sigo creyendo que no enamorarse de mí es lo mejor para los demás, que aunque yo aprenda amar, lo difícil será aceptar que me aman.
¿Por qué me cuesta tanto aceptar que merezco amor?
¿Por qué no puedo aceptar que alguien lo haga?
No puedo. Es que me cuesta confiar en el amor. Tal vez porque nunca lo sentí a mi alrededor, porque nunca presencié la existencia de un verdadero amor.
No se puede creer en el amor si nunca lo has visto en la vida real, y acabo creyendo que las historias de verdadero amor no existen, que nadie tiene su final feliz.
¿Y para qué quiero un final feliz? Sólo quiero sentirlo antes de que todo termine, justo ahora, cuando la vida sigue y creo que sí lo quiero.
Pero siendo cobarde se afrontan menos cosas. Siendo cobarde se vive menos y se sufre en silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario