La vida de un adolescente suele empezar a las siete de la mañana. Es difícil, lo sabemos todos, pero cuando te levantas, lo peor ha pasado. Puede ser que hayas dormido o puede que no. Puede que el insomnio haya jugado contigo, una noche más. Tal vez la mañana se te ha hecho imposible y el pensamiento de no levantarte ha pasado por tu mente. Y te pones a pensar y te das cuenta de que es martes y 13.
Hay personas supersticiosas que siempre lo han sido y otras que se han vuelto con el tiempo, por experiencias vividas, y no experiencias agradables. Cuando sí lo eres, te levantas de la cama con otra mentalidad.
Empieza un día negro, literalmente. Es probable que llueva y a ella le apetecía eso después de semanas de sol. Tal vez no le gusta el buen tiempo. Tal vez el mal tiempo se pone de acuerdo con sus sentimientos, con su estado de animo y eso le gusta. Un martes 13 lluvioso.
Sale a la calle y no sale como siempre. En todo momento tiene en cuenta que día es, y que tontería, piensa, estar preocupada por ello. Nadie se preocupa por nada. Y ese día, sabía que tal vez no podía salir todo mal, pero algo fallaría, porque tenía que fallar.
Cuando llega al instituto todo es como siempre. Subir escaleras, entrar en clases, bajar escaleras. Ver a gente nueva y nuevas sonrisas. Ella no lo sabe, pero por ser un día especial, todo lo ve diferente. Diferente o lo de siempre, pero ella no lo ve igual. Tal vez es que nunca lo veía y hoy sí. Tal vez el ir precavida, el fijarse en todo, ha hecho que se de cuenta de lo que la envuelve. Pero todo sigue igual.
Nada cambia de un día para otro. Nada cambia por ser martes 13.
La misma chica que un martes 13 anterior sufrió por casualidad o por cosa del destino, llega a casa y se siente bien. Nada extraño a pasado. Pero quizá no tenía que pasar algo extraño. Quizá tenía que pasar y ya está. Quizá este día no iba a ser una nueva aventura, una nueva historia. Quizá sí es el principio de una.
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